El Colegio Apostólico de los Padres Dominicos es la primera obra que realiza en Valladolid (España) el reconocido arquitecto Miguel Fisac, Premio Nacional de Arquitectura 2002. El proyecto nace en el año 1951 a petición de los Capitulares de la Provincia Dominicana 'Nuestra Señora del Rosario' con el fin de unificar las colegiaturas de Santa María la Real de Nieva y la Mejorada de Olmedo.
El conjunto docente-conventual se ubica a la afueras de la ciudad, en el trayecto que se conoce como Arcas Reales. De ahí que al colegio se le conozca también con ese nombre, debido al trazado próximo de la acequia que traía el agua a Valladolid en tiempos de Felipe II.
Ésta es una obra clave en la segunda mitad del siglo XX en España y en la trayectoria profesional del autor, ya que marca nuevos parámetros para la arquitectura religiosa nacional. En este aspecto Fisac será un claro referente, debido a que años más tarde diseña la primera iglesia aplicando las directrices del Concilio Vaticano II.
La distribución en planta tiene un aparente esquema axial norte-sur, que se rompe desde el inicio con la ubicación, en un lateral, del acceso principal al conjunto a través de un pórtico que se abre al singular claustro. Éste separa la zona docente de la conventual y se configura como un espacio ajardinado con tintes orientales.
Perimetralmente se cierra en su lado norte y oeste con una fachada plana de ladrillo, marcada por huecos de ventanas con cargadero corrido de hormigón, destacando en planta baja dos volúmenes salientes y oblicuos que marcan el acceso al interior y una sala de estar. En los lados opuestos se ubica una renovada idea de arcada perimetral, a base de pórticos ondulados y finos pilares de hormigón armado, que utilizará en sucesivos proyectos.
En el mismo eje norte-sur pero con acceso por los laterales desde los corredores del área docente se ubica la iglesia, premiada en el año 1954 con la Medalla de Oro en el Concurso de Arte Sacro de Viena y declarada en 2011 Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento por la Junta de Castilla y León. Es la pieza central del conjunto, en donde el autor resuelve el problema funcional y litúrgico del programa: conjugar un altar con unos fieles que van a escuchar la Santa Misa.
Para ello diseña la nave con unos muros ciegos laterales haciendo forma de embudo hacia el altar, acentuando la importancia del mismo. Solución que él mismo denominará como “convergente” y que dará lugar posteriormente al conocido “muro dinámico” que utilizará en futuras obras como la parroquia de la Coronación de Nuestra Señora en Vitoria. Al suelo y techo, de forma más violenta, también les dota de pendiente ascendente para conseguir el mismo efecto, acentuado en mayor medida gracias al graderío que eleva el presbiterio.
Los materiales utilizados también jerarquizan las funciones del espacio, empleando ladrillo caravista en los muros laterales que abrazan a los fieles, y piedra de Campaspero -más noble- en el ábside, donde se ubica una imagen de la Virgen del Rosario, Santo Domingo y Santa Catalina.
La iluminación del espacio interior se resuelve de forma exquisita mediante vidrieras coloreadas en tonos azulados, enfrentadas hacia el altar, que iluminan indirectamente la nave facilitando la lectura pero sin perturbar el ambiente de recogimiento. El ábside se ilumina a través de dos ventanales verticales de tonos dorados y ocultos a la vista de los fieles, y una vidriera de luz blanca en el punto más alto que aporta mayor claridad, creando un efecto de movimiento ascendente de la luz.
A los laterales del volumen de la iglesia se ubican los espacios docentes, a través de dos bloques longitudinales de dos plantas que recogen en planta baja grandes vestíbulos a modo de patios cubiertos, y en la planta primera los dormitorios para los internos. Perpendicular a estos bloques, nacen otros de una sola planta que albergan aulas y áreas de servicios, abiertas al exterior a través de grandes ventanales para aprovechar la orientación sur.
El eje del conjunto se cierra en el extremo sur con la ubicación de un salón de actos exento, que con posterioridad se ha convertido en el gimnasio del centro.
Cabe destacar en esta obra el interés del autor por el cuidado de los detalles y materiales, diseñando él mismo puertas, barandillas, confesionario, bancos y escaleras. A su vez, no duda en invitar a colaborar a jóvenes artistas contemporáneos de la época como José Capuz para la imagen del retablo; José Mª de Labra para las vidrieras de la iglesia; Jorge Oteiza para las figuras en la cara exterior del ábside y en el claustro [pdf]; Susana Polack para las del pórtico de acceso principal y el refectorio; y Rodríguez Valdivieso para los azulejos del comedor.
Sin duda se trata de una obra maestra de la arquitectura española, que aporta de modo práctico enseñanzas y experiencias del Movimiento Moderno, dando un aire fresco a la arquitectura de la época encorsetada en tradiciones clasicistas.
Pocos años más tarde, el mismo autor volverá a Valladolid para construir otro edificio docente, el Instituto Núñez de Arce en la plaza de Poniente, donde también experimentará con novedosas soluciones constructivas en el uso del hormigón armado: las “vigas hueso”, hoy desaparecidas, y que marcarán su trayectoria profesional más relevante.
Pablo Guillén es arquitecto por la Universidad de Valladolid y la Federico II de Nápoles. Vive entre Barcelona y Valladolid donde desarrolla proyectos propios y colaboraciones con Amas4arquitectura. Su trabajo en arquitectura y fotografía está patente en diversas publicaciones, siendo coautor del Mapa de Arquitectura Moderna de Valladolid otorgado recientemente con un accésit en los IX Premios de Arquitectura de Castilla y León
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Arquitectos: Miguel Fisac; Miguel Fisac, José Capuz, José Mª de Labra, Jorge Oteiza, Susana Polack, Rodríguez Valdivieso
- Año: 1952